La Filosofía frente al Coronavirus

Por: Jorge González Arocha

19/03/2020
Las recientes imágenes del convoy de la muerte en Italia junto al alza en la cifra de muertos en toda Europa, Latinoamérica y África han tenido un impacto agudo. Han sido días en los que las reflexiones de médicos, politólogos, filósofos, sociólogos, historiadores, y diversos especialistas, han acompañado las increíbles imágenes de Wuhan, y luego las nada halagüeñas de Europa.
En este mismo instante hay 254,653 casos confirmados, 10,415 muertos y 87,351 casos se han recuperado. En la lista de países y regiones más afectados encontramos por orden a China, Italia, España, Irán, Alemania, Estados Unidos y Francia, para un total de 163.
Sin lugar a duda es una situación alarmante que necesita el concurso de profesionales, líderes mundiales y ciudadanos para su resolución. Eso no lleva discusión alguna, y no debe ser puesto en juego por nada ni por nadie.

Las Enseñanzas del Coronavirus

Como profesionales del pensamiento y la palabra, desde la filosofía, debiéramos poder decir algo. Ya sea brindando perspectivas más generales a los análisis establecidos por especialistas en cada ramo, o iluminando nuevos caminos que nos permitan comprender hacia dónde vamos y qué estamos poniendo en juego en esta crisis.
Hay, pues, algo que salta inmediatamente a la vista. Esta, es una crisis que atañe principalmente a la vida, pero también es una crisis de la forma en que morimos y qué está diciendo ello sobre los hombres y mujeres que habitan hoy el planeta.
Las lecciones que nos va dejando el virus no son, por el momento, muy positivas. Lo primero que nos ha enseñado Corona ha sido el alto grado de escepticismo que hay en nuestras vidas. Pareciera que no confiamos en nada ni en nadie. Ello no es nuevo ni tampoco infundado, pero el virus ha puesto de relieve lo hondo que ha calado la desconfianza que le tenemos a los políticos, a los profesionales y a prácticamente todo. Una desconfianza que se alimenta de cadenas de WhatsApp, comentarios de Facebook, y miles de tweets diarios. Quizás la primera desconfianza se refirió al contexto. Por qué ahora y no antes. Al mismo tiempo en que se acentúa el contexto actual y se comienzan a dar explicaciones médicas y biológicas, se erigen algunas explicaciones desde el marco de la biopolítica:
“Ha habido epidemias más graves en el pasado, pero a nadie se le había ocurrido declarar por esto un estado de emergencia como el actual, que incluso nos impide movernos. Los hombres se han acostumbrado tanto a vivir en condiciones de crisis perpetua y de perpetua emergencia que no parecen darse cuenta de que su vida se ha reducido a una condición puramente biológica y ha perdido todas las dimensiones, no sólo sociales y políticas, sino también humanas y afectivas. Una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre. De hecho, vivimos en una sociedad que ha sacrificado la libertad a las llamadas «razones de seguridad» y se ha condenado por esto a vivir en un perpetuo estado de miedo e inseguridad.” (1)
De esta forma cuando hablamos del cuerpo, su enfermedad o su posible muerte estamos desplazando la cuestión también hacia la relación gobierno-individuo. La cuestión es más compleja de lo que parece. Por un lado, el avance del virus es inminente y debe ser combatido, no obstante, hasta ahora las medidas más efectivas han ido en la dirección de restringir la libertad ¿Es que solo podemos resolver la crisis desde el escenario de la restricción de las libertades?
No menos importante son los análisis que han ido emergiendo sobre las formas sociales de la histeria, el pánico, y el miedo como catalizadores. Ahí se hallan las imágenes de consumidores en batallas campales luchando por rollos de papel sanitario, las largas colas frente a los supermercados provocadas por el miedo a la escasez, y otros tantos ejemplos.
Junto a la amplia cobertura que ha recibido el tema, hallamos también espacio para verdades superfluas y vacías que celebrities nos venden en tiempos de crisis. Imágenes como las de Arnold Schwarzenegger cómodamente en su hot tube fumándose un puro y pidiéndonos que no salgamos de casa, celebrities cantando imagine, y todo un conjunto de powerfull and pure moments de “solidaridad” made in Hollywood.

La Otra Realidad

Lo que aquí se olvida es que, para muchos, incluida Latinoamérica, la reclusión y el asilamiento no es una opción. Solo en Latinoamérica 140 millones de personas dependen del sector informal, según datos de la OIT. Y según esa misma organización el brote de Covid-19 pudiera provocar la destrucción de 25 millones de puestos de trabajo en todo el mundo, generando pérdidas de 3,4 billones de dólares de ingresos de los trabajadores este año.
Conclusión: esta ha sido la crisis del neoliberalismo global y los más afectados no pueden darse el lujo de salir a cantar en los balcones.
Sin dudar de la positiva voluntad de los protagonistas de esos videos, no podemos perder de vista que el virus resalta también las diferencias sociales. Diferencias que se expresan fundamentalmente entre aquellos que pueden refugiarse por largos periodos de tiempo o incluso construirse sus propios bunkers, y aquellos que no pueden darse ese lujo y que se exponen más rápido a la muerte real; un ejército de fantasmas y zombies prescindibles. A esto último es a lo que nos referimos algunos cuando hablamos desde la fenomenología crítica de la muerte social.
La proyección ideológica -videos desde balcones, celebrities, etc…- minimiza un estado de excepción que es más bien de normalidad en las clases trabajadoras y empobrecidas de las grandes urbes por donde está pasando el virus.
Así pues, al escepticismo, la banalidad y el abandono, se suma una percepción más desnuda de las brechas sociales que persisten y se agudizan hoy en el mundo. En esa misma línea Manuel Franco en su artículo en Ethic apunta:
“Seguimos ciegos ante la realidad extremadamente desigual de nuestras sociedades. Hoy en día la desigualdad social se traduce en 15 o 7 años de diferencia de esperanza de vida si pertenezco a una clase social u otra, si vivo en un barrio o en otro. Y todos entendemos que se pueden hacer muchas y buenas cosas en 7 años. Estas desigualdades son injustas y evitables.”
Junto a estas crisis que competen a nuestra identidad, también han aflorado los nacionalismos junto a increíbles muestras de incapacidad en la conducción política, y la resolución de conflictos. En un siglo donde estamos más interconectados, donde no solo consumimos más, sino donde generamos más noticias, y más datos, es también palpable la ausencia de normas y valores éticos. Así pues: ¿A quién creer? ¿Qué valores nos guían? ¿Qué líderes elegir y cómo elegirlos para que nos representen y enfrenten este tipo de crisis? ¿Por qué algunos culpan a los inmigrantes para reavivar los nacionalismos?
Toni Timoner habla desde la economía política de la caída de un “telón de acero económico sobre el mundo” debido al fuerte impacto que está teniendo el virus en lo inmediato y el inmenso efecto que tendrá a largo plazo en las economías globalizadas: cuestionamiento al espacio Schengen, afectaciones al turismo internacional, caída de la OPEC, empantanamiento de las democracias liberales como las conocemos hoy y cuestionamiento a sus líderes. En conclusión: “La doctrina Trump de individualismo geopolítico, sin quererlo, sale reforzada. La “mano invisible” en el mercado global de las naciones es la que establecerá los nuevos equilibrios, frágiles y precarios, a partir de ahora.”
El texto de Timoner adolece de un excesivo pesimismo. Es posible que haya sido, como tantas cosas hoy, pedagógico y aleccionador para la gran cantidad de ciudadanos inconscientes que salen a las calles sin tomar las precauciones necesarias. Las cosas, es cierto, se ven feas. Pero como dicen en algunos lugares, el libro no se acaba hasta la última página, quizás todo esto sea necesario para cambiar muchas de las formas en que nos relacionamos con nosotros mismos, nuestros gobiernos, y no por ser la última es la menos importante, la naturaleza.

Posibles escenarios

Quizás en el trasfondo esté de nuevo una terrible combinación: la unión entre el miedo social y nuestra ignorancia a la hora de enfrentar los problemas sociales. El miedo a la pandemia es obviamente el miedo a morir, a perder la vida; pero el estado en que nos encontramos hoy revela la debilidad de los mecanismos que hemos construido para ocultar la muerte real. Hemos sustituido la muerte real por un ficticia en la que nos hemos convencido de que el sistema (del capital) funciona, los políticos nos protegen, la economía no es desigual y va marcha arriba, somos saludables, estimamos al Otro, ayudamos a los ancianos y a los pobres. Pero en las últimas dos semanas el velo se ha descorrido, y hemos caído en nuestra triste y descolorida realidad. Baudrillard lo ponía en términos más terribles “welcome to the desert of the real”. Hemos crecido rodeados de políticos ineptos y corruptos, políticas débiles de protección al medio ambiente, cuerpos débiles atorados de comida chatarra e imágenes que alimentan nuestro Ego liberal cada vez más consumista y cerrado sobre sí.
Científicos han hablado ya honestamente sobre la salida real a este problema: la vacunación; que un número suficiente de personas desarrollen inmunidad tras contraer la infección; o cambiar permanentemente nuestro comportamiento como sociedad. Todas ellas tomarán tiempo y un esfuerzo ingente de científicos que debemos apoyar. Irónicamente de la última opción casi nadie habla, confirmando la vieja broma de que es más fácil imaginar la destrucción del mundo que el fin del capitalismo.
Creo que frente a nosotros se alzan en definitiva dos escenarios. El escenario menos promisorio es el de la salida virtual, o sea, hallar otro gran tema que nos saque de la triste y miserable realidad que hemos construido. Así, ante la crisis y el shock que implica la invención de una vacuna o la inmunización de grandes grupos sociales, también se inventará una contraparte virtual que nos devuelva al mundo anterior. Según los índices de audiencia, de entre todo el grupo de temas clasifica algún nuevo escenario conflictivo en el medio oriente o las elecciones en Estados Unidos.
El escenario más promisorio, pero más complejo, es el que Kant ha planteado hace ya dos siglos en un pequeño pero contundente texto, ¿Qué es la Ilustración? Allí el filósofo sentenciaba “atrévete a pensar” como salida a la minoría de edad. Hoy nos encontramos todavía en esa minoría de edad, en la que aún el pensamiento va siempre retrasado respecto a la ignorancia. Es un camino difícil, pero en medio de la crisis hemos vuelto a ver cómo muchos han recordado que son los médicos y no los políticos lo que salvan vidas. Es la Ciencia, el diálogo, la información objetiva y precisa, el pensamiento crítico, lo que nos ofrece la verdadera libertad y una cura duradera. Se han visto muestras, a pesar del aislamiento social, de soluciones comunitarias, y de colaboración entre vecinos.
Seguir por esa línea es el imperativo de hoy, reactivar alternativas democráticas, usar la tecnología y no que ella nos use, que el distanciamiento sirva para sumirnos en un necesario momento de introspección y cuestionamiento de qué hemos hecho y qué debemos hacer. Al mismo tiempo, permitir que la ciencia y la racionalidad hablen más sin la intromisión de los sacerdotes del pensamiento. Es esta la hora en la que debemos luchar con conciencia crítica no solo para curar a los enfermos, víctimas de la propagación del virus, sino a un planeta entero aquejado de una enfermedad mucho más larga y grave: la ignorancia.
Esa es la tarea de nosotros, los filósofos.

Notas

  1. Agamben, Giorgio. (2020). Aclaraciones.  En Quodlibet.  Trd.: Artillería Inmanente. Recuperado de: https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-chiarimenti.

Fuente:

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA TECNICA DEL FICHAJE Y TIPOS DE FICHAS

¿Cómo es nuestra Constitución Nacional?

Qué es el Acto Moral y cómo es su estructura