¿QUE ES LA METAFÍSICA?

Del griego: “metá ta physikà”, más allá de los libros de física. En su origen, título dado por Andrónico de Rodas (hacia el año 50 a.C.), el editor del corpus aristotelicum, a un conjunto de libros de Aristóteles cuyo tema le pareció análogo al de los libros de física. Históricamente, pues, la metafísica es el tema de que tratan los libros de Aristóteles puestos por Andrónico después de los físicos. La tradición ha interpretado el hecho de ir después «metá» de la física, en el sentido de un saber que va más allá de la física, o del conocimiento de la naturaleza, en busca de principios y conceptos que puedan explicar el mundo físico.

El contenido fundamental de estos libros (ver estructura) el mismo Aristóteles lo caracteriza de dos maneras: como «filosofía primera», y como «ciencia del ente» (ver texto ).

TEXTO ILUMINADOR

Aristóteles: la ciencia del ser

Hay una ciencia que estudia lo que es, en tanto que algo que es, y los atributos que, por sí mismo, le pertenecen. Esta ciencia, por lo demás, no se identifica con ninguna de las denominadas particulares. Ninguna de las otras [ciencias], en efecto, se ocupa universalmente de lo que es, en tanto que algo que es, sino que tras seccionar de ello una parte, estudia los accidentes de ésta: así, por ejemplo, las ciencias matemáticas.

Y puesto que buscamos los principios y las causas supremas, es evidente que éstas han de serlo necesariamente de alguna naturaleza por sí misma. Y, ciertamente, si también buscaban estos principios quienes buscaban los elementos de las cosas que son, también los elementos tenían que ser necesariamente elementos de lo que es, no accidentalmente, sino en tanto que algo que es. De ahí que también nosotros hayamos de alcanzar las causas primeras de lo que es, en tanto que algo que es.

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Metafísica, IV, 1, 1003a (Gredos, Madrid 1944, p. 161-162).

A continuación exponemos la Estructura de los libros de Aristóteles:

ESTRUCTURA DE LOS LIBROS DE ARISTOTELES

 

Como «filosofía primera», es la ciencia teórica (en oposición a las ciencias prácticas y productivas; ver gráfico) que trata de las sustancias inmutables; como «ciencia del ente», su objeto es el ser, el concepto más fundamental y general que puede pensar el entendimiento humano. Éste es el sentido de metafísica que la identifica con la ontología.

Ubicación de la Metafísica en “el cuadro de las ciencias”:

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La filosofía escolástica -sobre todo el tomismo- aceptó ambos sentidos, pero en especial el segundo de ellos, sobre el que construyó la cristianización del pensamiento de Aristóteles, fundamento de la justificación racional de la teología.

RENE DESCARTESEn la época de Descartes se mantienen las dos expresiones con sentido equivalente, como atestigua la traducción al latín de sus Meditaciones metafísicas como Meditationes de prima filosofia.

La metafísica aristotélico-tomista puede denominarse «la metafísica de la participación», porque se funda en el concepto de participación para hallar una explicación última de la realidad recurriendo a principios que están más allá del mundo de la experiencia. El primero en iniciar explícitamente esta tradición filosófica es Platón, creador, por lo demás del término méthexis (participación). Las cosas participan de la verdadera realidad de las ideas por la mediación del demiurgo que las hace copias e imágenes semejantes a las ideas. Las ideas, a su vez, participan de la idea de Bien o de Uno, porque la totalidad de las ideas se explica por la composición o mezcla entre el principio originario del Uno y el principio de la Díada. La distinción del conjunto de la realidad en un doble plano, el de lo visible y lo inteligible, según la terminología platónica, equivale al desdoblamiento al que recurre el pensamiento filosófico tradicional -desde Parménides hasta Hegel- para explicar la experiencia inmediata por un principio trascendente, que está más allá de ella. La doble realidad, con sus dos planos de relaciones entre sí, de modo que el trascendente explica el sensible porque en aquél se dan las mismas perfecciones que en éste, pero en su grado perfecto, está tan presente en la filosofía de Platón y Aristóteles, como en las diversas formas de platonismo y de aristotelismo que han seguido en el transcurso de la historia: en Filón, que hace del Dios de la Biblia «el que es», en el neoplatonismo de Plotino y Porfirio y en la tradición cristiana de influencia neoplatónica, representada por Agustín de Hipona y el Pseudo-Dionisio; en el neoplatonismo medieval de Juan Escoto Eriúgena, en las filosofías escolásticas medievales, cristianas o árabes, que admiten el concepto de creación; en el concepto del Ipsum Esse subsistens [el ser subsistente de por sí] de Tomás de Aquino, al que atribuye la identidad de esencia y existencia, identidad que no existe en ningún otro ser por el hecho de estar creado; en todo el concepto fundamental de la filosofía y la teología escolásticas, el de la analogía, en el que se basa la posibilidad de conocer de alguna manera lo que es Dios, no de una forma meramente negativa, suponiendo lo que no es (teología negativa); en el neoplatonismo renacentista, donde los dos planos tienden a confundirse panteísticamente y, por lo menos como trasfondo, en el idealismo alemán, donde los dos mundos se identifican en uno con características de ambos.

Kant plantea por vez primera la cuestión de que la metafísica parece ser una empresa a la vez necesaria e imposible para la razón, y se decide a someter a examen los límites y las posibilidades de la misma en la Crítica de la razón pura (1781,1787). El resultado es la negación de la posibilidad de la metafísica como ciencia y la constitución de una filosofía trascendental que ocupa su lugar como reflexión crítica sobre la capacidad de la razón humana. Los objetos tradicionales de la metafísica, Dios, mundo y yo son, desde el punto de vista del conocimiento, sólo ideas reguladoras del pensamiento, metas inalcanzables que, no obstante, sugieren síntesis y fomentan la capacidad reflexiva; desde el punto de vista de la práctica, supuestos del orden moral, postulados de la razón práctica.

KANTTras la crítica de Kant a la metafísica, ya iniciada sin embargo por Hume con la crítica a ideas tan fundamentales como la causalidad, la sustancia y el yo, es voz común decir que «después de Kant, la metafísica ya no es posible»; en realidad, la tradición de la metafísica aristotélico-tomista sólo se renueva con el neoescolasticismo del s. XIX, mientras que a la construcción metafísica idealista de Hegel se le oponen frontalmente el existencialismo naciente de Kierkegaard, las filosofías de la vida y de la historia, y el marxismo, que lo transmuta en materialismo histórico.

 

La filosofía de Nietzsche es una descalificación global de toda la tradición filosófica de occidente y, en particularNIETZSCHE, de la metafísica. Es ésta, para Nietzsche, la negación del sentido del mundo iniciada por Platón, a quien sigue el cristianismo -no más que un platonismo popular- en la misma operación de distinguir entre mundo verdadero y mundo aparente, error de la humanidad que no desaparece hasta llegar el «mediodía; instante de la sombra más corta; final del error más largo».

El positivismo lógico del Círculo de Viena representa una nueva crítica y una nueva descalificación de la metafísica, al considerarla un tipo de discurso carente de sentido, por razón de que los términos que emplea (Dios, ser, nada, absoluto, etc.) no son empíricamente verificables. Rudolf Carnap formula el problema de una forma paradigmática en Superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje (1932), donde sostiene la tesis de que los enunciados de la metafísica aparecen, sometidos a un análisis lógico, como pseudoenunciados basados en «pseudoconceptos», tesis que ejemplifica examinando enunciados tomados de ¿Qué es metafísica?, de Heidegger, y el uso que suele hacerse de la palabra ser, o Dios. En todo caso, a la metafísica le queda la posibilidad de servir para expresar la actitud emotiva ante la vida (ver texto ).

TEXTO ILUMINADOR

Martin Heidegger: ¿en qué consiste el ser?

¿Qué pasa con el ser? ¿Se lo puede ver? Vemos el ente: vemos esta tiza. Pero, ¿vemos el ser como los colores, la luz y la oscuridad ? ¿O acaso oímos, olemos, gustamos o tocamos el ser ? Oímos la motocicleta, su furia a través de la calle. Oímos a las gallinas silvestres, que planean por encima del oquedal. Sin embargo, en sentido propio, sólo oímos el estrépito del traqueteo de los motores; el ruido de las gallinas salvajes. [...] Tocamos terciopelo o seda: sin más los vemos como cosas que son de tal o cual manera. Una es tan entitativa como la otra. ¿En qué reside y en qué consiste el ser? [...]

Una pesada tormenta, que se cierne en la montaña, «es», o lo que significa lo mismo, «era», en la noche. ¿En qué consiste su ser?

Una lejana cadena de montañas, bajo un gran cielo... Tal cosa «es». ¿en qué consiste el ser? ¿Cuándo y a quién se le manifiesta ? ¿Al viajero, que goza del paisaje, o al labrador, que a partir de éste y en éste crea su trabajo diario, o al meteorólogo, que debe dar el boletín con el pronóstico del tiempo? ¿Quién de ellos capta el ser? Todos y ninguno. ¿O quizá lo que los citados hombres captan de la cadena de montañas bajo el vasto cielo sólo sean determinados aspectos del mismo, y no la cadena de montañas en sí misma y tal como «es», es decir, no capten aquello en lo cual consiste su ser, propiamente dicho ? ¿Quién de ellos lo captaría? ¿O es contradictorio, contra el sentido del ser, preguntar en general por lo que es en sí, por detrás de aquellos aspectos ? ¿Acaso el ser no se apoya en éstos ?

El portal de una antigua iglesia románica es ente. ¿Cómo y a quién se le revela el ser ? ¿Al conocedor del arte, que en una excursión la examina y fotografía, o al abad, que en las fiestas sale en procesión con los monjes a través del portal, o a los niños, que en los días de verano juegan bajo su sombra ? ¿Qué pasa con el ser de este ente?

Un Estado es. ¿En qué consiste su ser? [...] Pero, ¿dónde se encubre el ser ? Dicho en general, ¿se encubre en alguna parte?

Aquella pintura de van Gogh: un par de recios suecos y fuera de eso, nada. La imagen no representa, en verdad, nada. Sin embargo, uno está en seguida solo con lo que allí es, como si uno mismo, en la avanzada tarde otoñal, llegara cansado a la casa, desde el campo, con el pico en la mano, para instalarse junto a la llama de las últimas patatas que están en el fuego. ¿Qué es aquí lo que es? ¿La tela? ¿Los trazos del pincel? ¿Las manchas de color?

¿Qué es, en todo lo que acabamos de mencionar, el ser del ente? [...]

Sin embargo, todo lo que hemos citado es; no obstante, cuando queremos aprehender el ser, siempre ocurre como si asiésemos en el vacío. El ser por el que aquí preguntamos casi es tanto como la nada, mientras que querríamos resistirnos y precavernos contra la gravosa exigencia de tener que decir que todo lo que es, no es.

Pero el ser sigue siendo inhallable, casi tanto como la nada, o, en último término, exactamente como ella. Luego, la palabra «ser» es, en fin, vacía. No pensamos con ella en nada que fuera efectivo, captable, real. Su significación es la de un vapor irreal. A fin de cuentas, Nietzsche habría tenido toda la razón de su parte cuando denominó a un «concepto supremo», tal como el del «ser», «el último humo de la realidad evaporada» [...]. ¿Quién quisiera correr tras semejante vapor, cuyo significado verbal es el nombre de un gran error ? «De hecho, hasta ahora, nada ha tenido un poder de convicción más ingenuo que el error del ser...»

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Introducción a la metafísica, Nova, Buenos Aires 1972, p. 71-72.

Textos de Diccionario Herder de filosofía

MARTIN HEIDEGGERHeidegger es, a la vez, crítico de la metafísica e iniciador de una nueva metafísica. En ¿Qué es metafísica? (1929) y en Introducción a la metafísica (1953), obra, esta última, en que da respuesta al ensayo de R. Carnap citado, sostiene que la pregunta fundamental de la metafísica es ¿por qué hay ente y no más bien nada? Esta pregunta no sólo es la más extensa (porque abarca todo: todo es ser), la más profunda (porque el ser es el fundamento de todo) y la más originaria (o radical, porque «ser» es lo primero que es todo), sino que, además, es incomparable, es la única que pregunta por el mismo porqué de la pregunta («¿por qué el porqué?»). Desmenuzando así la respuesta, pone en evidencia que, por encima de la respuesta, importa reconocer qué se pregunta (por el ser, no por el ente) y percibir que la respuesta sólo puede hallarla un tipo determinado de ente: el hombre (Dasein); la pregunta ¿Qué es metafísica? se convierte en «¿qué pasa con el ser?» (ver texto )

Martin Heidegger: ¿en qué consiste el ser?

¿Qué pasa con el ser? ¿Se lo puede ver? Vemos el ente: vemos esta tiza. Pero, ¿vemos el ser como los colores, la luz y la oscuridad ? ¿O acaso oímos, olemos, gustamos o tocamos el ser ? Oímos la motocicleta, su furia a través de la calle. Oímos a las gallinas silvestres, que planean por encima del oquedal. Sin embargo, en sentido propio, sólo oímos el estrépito del traqueteo de los motores; el ruido de las gallinas salvajes. [...] Tocamos terciopelo o seda: sin más los vemos como cosas que son de tal o cual manera. Una es tan entitativa como la otra. ¿En qué reside y en qué consiste el ser? [...]

Una pesada tormenta, que se cierne en la montaña, «es», o lo que significa lo mismo, «era», en la noche. ¿En qué consiste su ser?

Una lejana cadena de montañas, bajo un gran cielo... Tal cosa «es». ¿en qué consiste el ser? ¿Cuándo y a quién se le manifiesta ? ¿Al viajero, que goza del paisaje, o al labrador, que a partir de éste y en éste crea su trabajo diario, o al meteorólogo, que debe dar el boletín con el pronóstico del tiempo? ¿Quién de ellos capta el ser? Todos y ninguno. ¿O quizá lo que los citados hombres captan de la cadena de montañas bajo el vasto cielo sólo sean determinados aspectos del mismo, y no la cadena de montañas en sí misma y tal como «es», es decir, no capten aquello en lo cual consiste su ser, propiamente dicho ? ¿Quién de ellos lo captaría? ¿O es contradictorio, contra el sentido del ser, preguntar en general por lo que es en sí, por detrás de aquellos aspectos ? ¿Acaso el ser no se apoya en éstos ?

El portal de una antigua iglesia románica es ente. ¿Cómo y a quién se le revela el ser ? ¿Al conocedor del arte, que en una excursión la examina y fotografía, o al abad, que en las fiestas sale en procesión con los monjes a través del portal, o a los niños, que en los días de verano juegan bajo su sombra ? ¿Qué pasa con el ser de este ente?

Un Estado es. ¿En qué consiste su ser? [...] Pero, ¿dónde se encubre el ser ? Dicho en general, ¿se encubre en alguna parte?

Aquella pintura de van Gogh: un par de recios suecos y fuera de eso, nada. La imagen no representa, en verdad, nada. Sin embargo, uno está en seguida solo con lo que allí es, como si uno mismo, en la avanzada tarde otoñal, llegara cansado a la casa, desde el campo, con el pico en la mano, para instalarse junto a la llama de las últimas patatas que están en el fuego. ¿Qué es aquí lo que es? ¿La tela? ¿Los trazos del pincel? ¿Las manchas de color?

¿Qué es, en todo lo que acabamos de mencionar, el ser del ente? [...]

Sin embargo, todo lo que hemos citado es; no obstante, cuando queremos aprehender el ser, siempre ocurre como si asiésemos en el vacío. El ser por el que aquí preguntamos casi es tanto como la nada, mientras que querríamos resistirnos y precavernos contra la gravosa exigencia de tener que decir que todo lo que es, no es.

Pero el ser sigue siendo inhallable, casi tanto como la nada, o, en último término, exactamente como ella. Luego, la palabra «ser» es, en fin, vacía. No pensamos con ella en nada que fuera efectivo, captable, real. Su significación es la de un vapor irreal. A fin de cuentas, Nietzsche habría tenido toda la razón de su parte cuando denominó a un «concepto supremo», tal como el del «ser», «el último humo de la realidad evaporada» [...]. ¿Quién quisiera correr tras semejante vapor, cuyo significado verbal es el nombre de un gran error ? «De hecho, hasta ahora, nada ha tenido un poder de convicción más ingenuo que el error del ser...»

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Introducción a la metafísica, Nova, Buenos Aires 1972, p. 71-72.

Textos de Diccionario Herder de filosofía

… y ésta en ¿qué es el hombre? Por no haberlo entendido, por no haber preguntado por el ser del ente, sino sólo por el ente sin más, que el cristianismo convierte en el ente creado, la tradición metafísica occidental ha sido culpable del olvido del ser.

FUENTE:

Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.

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